Mi mente no está tranquila. Nunca duerme ni se detiene a dejar de andar, no desiste. Nunca encuentro una razón para hacerlo, porque no entiendo muchas cosas todavía; no comprendo la vejez ni los recuerdos. No los conecto.
Tiendo a regresar al pasado muchas veces, como un viajero más. Me siento frente a mis propios ojos, para verlos llorar. Camino frente a ellos, como si no los conociera; y los dibujo a mano alzada, sobre un manto de seda.
Me confunde imaginar ciertos momentos, intensificar las texturas del desvelo y los días y las noches juntas, hechas puño contra un mural de piedra caliza que poco a poco se deteriora frente a un un huracán de pensamientos en contra del gobierno de mis secretos. Uno a uno se conocen poco a poco.
¿Qué quedó de mí? Antes no era como hoy, quizá porque nunca pensé existir en el futuro. Es como si ustedes vieran al de hoy, pero con mente de ayer, soñando en un mañana: todo bajo un solo disfraz llamado reflexión. Enormes rayos reflexivos de luz que me iluminan los ojos, que hacen perseguir la luz y renunciar a la oscuridad de mi soledad, y ambientarme en lugares extraños, conocer entes ajenos a mi cerebro. No comparto ideas, sino pensamientos -y recuerdos- que nunca supero.
Camino. Lento. Volteo. Rápido. Y nunca duermo. Nunca duermo. Solo me Detengo de recordar que cada cosa que creo tener, no la tengo. Que cada cosa que quiero soñar, la tuve en algún momento, y no hago más que imaginar cuándo pudo haber pasado todo eso.
No he sido yo en ningún momento. Pues el "yo", en alguna parte de mi alma misma, se divierte solo. Sin pensar. Está dormido. Nunca sueña, pero vive...
Vive lejos de este espejo. Alejado de los cristales, sin complejo alguno; resiste bajo el agua del arrepentimiento. No se condena a sí mismo. No desiste del intento por sentirse cada vez más vivo. No se lamenta de intentar cuanta cosa pueda. No es perfecto, o al menos no lo aparenta, pues no le interesa.
Parece que al final de ese corto pasillo alguien me espera; tengo miedo de salir y ser yo mismo. Me duele el ojo derecho y la mano izquierda. Estoy succionado contra un viejo, pero robusto, respaldo de madera y no pienso salir de aquí, no al menos que la luz sea la de la ventana, proveniente del mismo Sol, que me dé fuerzas. No quisiera verme enmedio de esta oscuridad. No pudiera encontrarme. Tengo miedo de salir y perderme de cosas. Por eso lo escribo. Escribo un sentimiento, porque he dejado de pensar. Estoy enmedio de un agujero enorme y sigo escuchando pasos que sé que no son de los presentes, no de los que conozco. Dos mujeres, bueno tres; un perro blanco y un mar de cosas que tal vez se me vengan a la muerte. No pienso dejar de escribir cada detalle, pero me aterroriza regresar al pasado/presente que me permitiría contarles cómo y por qué esta noche, simplemente, no puedo seguir durmiendo.